La tónica del análisis estuvo una vez más en la identificación de los culpables de los problemas económicos recientes. Los primeros fueron los grandes productores agrícolas que, según el Vicepresidente, traicionaron la confianza del Gobierno y exportaron más de lo que deberían el 2010. Ninguna mención sobre las fallas de las políticas públicas de los últimos años que desincentivaron el incremento de la producción de maíz y azúcar para abastecer los mercados internos y externos en expansión.
¿Cuáles serían las acciones para prevenir estos problemas según García Linera? Nada menos que la militarización de las fronteras para frenar las exportaciones. Más allá de la imposibilidad de esta medida, debido a las debilidades del Estado, se insiste en acciones que precisamente fueron responsables por los incentivos perversos para la producción.
La lección gubernamental aprendida es intensificar la desconfianza en relación al sector privado y sustituirlo por empresas públicas. Hasta entonces, según palabras del Vice, “hay que trabajar con ellos, pero desconfiando”.
Los segundos culpables en la lista de García Linera fueron los pequeños productores que, pese a su status de compañeros del MAS, no respondieron al pedido de producir lo que necesitaba el país y eligieron productos con mayores precios en el mercado. ¡Gran sorpresa para el Vice la inexistencia de “productores patriotas” que se guíen por ideales, en lugar del cálculo de costo-beneficio que dicta el mercado! Solución: esperar una nueva generación de actores económicos revolucionarios que nazcan inmunes al sistema de precios.
Frente a un público oficialista que garantizaba aplausos, el Vicepresidente siguió su digresión sobre la decepción del Gobierno al constatar que el conjunto de los actores económicos del país, independientemente del color político y su ubicación en las cuatro economías, se guían por el mercado. Precisamente una de las debilidades principistas del nuevo modelo de desarrollo es la contraposición entre, por un lado, el “mercado capitalista” que personificarían los empresarios consolidados y, por el otro, un soñado “mercado no capitalista”, que encarnaría la economía estatal en alianza con la mítica economía socio-comunitaria. Ya conocemos los resultados de esta propuesta política en el siglo XX.
Lo que más preocupa después de cinco años de gestión es la incapacidad de autocrítica de los gobernantes. No se distingue entre lo que sería el sistema de precios como mecanismo válido para la asignación de recursos ampliamente enraizado en la economía boliviana y el neoliberalismo que endiosa el mercado. Tampoco se avanza la discusión sobre la necesaria complementariedad entre Estado y mercado, base para el incremento de la producción nacional y la equitativa distribución de la riqueza.
Mientras tanto, asistimos a la expansión de la economía informal: la importación legal e ilegal en sustitución de la producción nacional, los servicios sin regulación, las actividades ilícitas del tráfico de drogas, en el marco de un liberalismo extremo. Al final, queda la pregunta: ¿Pragmatismo puro o estrategia ideológica trasnochada? Por un lado se demoniza la lógica de mercado y por el otro se lo usa para acumular poder político fomentando la informalidad.
*Socióloga
La Razón – La Paz