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19 de junio de 2012

Hay que superar la dependencia extractivista

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El extractivismo es la apuesta económica de los países andinos como Perú, Ecuador y Bolivia, y consiste en exportar minerales, petróleo y gas sin generar mayor valor agregado, lo que no sólo nos hace muy dependientes del mercado internacional, sino que viene generando impactos ambientales y sociales que cada vez son mayores. Carlos Monge, investigador asociado del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo (Desco) plantea posibilidades para salir de este modelo.

-¿Cómo caracteriza la economía en la región andina?
-Ha sido históricamente una región dependiente de ciclos de alza y baja de la exportación de determinados recursos naturales. Bolivia y Perú han sido históricamente mineros, su historia colonial está marcada por la organización de una economía extractivista que tuvo núcleos fuertes en la plata de Potosí, minerales múltiples en la zona central como Pasco y mercurio en Huancavelica.

Ecuador difiere porque históricamente no ha tenido gran minería hasta ahora, y recién la va a tener. Pero en los años cuarenta se convirtió en un país petrolero.

Y si bien hay diferencias entre los tres países, como que el Perú tiene una economía más grande y diversificada en comparación con los altos niveles de dependencia que tienen Ecuador y Bolivia de petróleo y gas respectivamente, los tres han apostado en lo fundamental por la extracción y exportación de sus recursos naturales sin mayor valor agregado.

-¿Qué consecuencias tiene este modelo de extracción de materias primas para la dinámica económica de estos países?
-La consecuencia fundamental es que el crecimiento pasa a depender fundamentalmente de variables exógenas que están fuera de su control como el volumen y el valor de los commodities en los mercados internacionales. El extractivismo nos hace vulnerables, frágiles y totalmente dependientes de variables que están fuera de nuestro control. En cambio, los países que apuestan por un desarrollo más ligado a su propio mercado interno tienen un conjunto de instrumentos de política que están bajo su control.

-Y en el contexto de la crisis global, ¿qué riesgos afrontamos siendo extractivistas?
-La crisis nos ha hecho ver cuán frágiles somos. Dependemos de commodities que por su propia definición son volátiles, en cuanto al volumen de la demanda, al valor que tienen, y a la renta que generan. Esto se vio en la crisis de finales del 2008 e inicios del 2009. Por ejemplo, la renta ecuatoriana se fue de narices porque se cayó el precio del petróleo.

-¿Y cómo se ha enfrentado este tema en América Latina en los últimos tiempos?
-Una primera gran discusión ha tenido que ver con quién se apropia de la renta que generan las industrias extractivas. En los últimos años hemos vivido un tremendo ciclo de alza de los precios internacionales, y aunque fue brevemente interrumpido por el hipo recesivo de la crisis, ha generado una enorme cantidad de renta.

Bolivia y Ecuador resolvieron esto sobre la base de una enorme movilización popular y ciudadana y eligiendo gobiernos de corte izquierdista que optaron por nacionalizar esta renta, que no es lo mismo que estatizar la industria. Han renegociado los contratos, han aumentado los impuestos, han creado impuestos a la sobreganancia, han firmado contratos de servicios con las empresas y eliminado los contratos de riesgo compartido.

Entonces, la renta del Estado ha aumentado de manera asombrosa, bajo el principio de que la renta es de la nación, porque el recurso es de la nación. Las empresas privadas hacen su trabajo y se llevan un pago justo. Nadie les pide que trabajen gratis, pero no se llevan el 75% de la renta.

En el caso peruano esta cuestión se resolvió de otra manera. Desde Fujimori la renta de los recursos naturales se orientó para los privados. Paniagua no cambió este esquema, a lo mejor era pedir mucho que lo toque, no era su encargo en todo caso. Toledo profundizó el esquema, y García lo ha llevado al paroxismo del más absoluto entreguismo a los intereses de los sectores empresariales privados.

Toda la legislación desde Fujimori en adelante es para favorecer a las empresas, y para privatizar la renta de las industrias extractivas. Lo que Bolivia y Ecuador han resuelto hacia la izquierda: nacionalización de la renta, Perú lo ha resuelto hacia la derecha: la más radical privatización de la renta.

-Los precios de las materias primas se han recuperado tras la caída de la economía mundial en el 2008. ¿Tendremos más proyectos mineros, petroleros o gasíferos?
-A pesar del debate sobre una nueva caída de la economía mundial, y pasado el hipo 2008 - 2009, se ha recuperado el precio del cobre y del petróleo, y el oro se mantiene alto. Por tanto, regresa el ciclo extractivista, pues esta recuperación invita a Perú, Ecuador y Bolivia a seguir viendo en el sector extractivo el motor de su economía.

Lo que se ve en los tres países, con modalidad privatista en un lado o con modalidad nacionalista del otro, es una carrera por invertir en exploración y extracción de minerales e Hidrocarburos.

-En Bolivia, se ha iniciado el debate pos extractivista, pero al mismo tiempo la seguridad social depende de la renta del gas, entonces ¿es más difícil para ellos salir de este modelo?
-Tanto Ecuador como Bolivia corren el riesgo de atarse al extractivismo, porque además del incentivo de los precios altos, se ha vinculado la legitimidad política interna y la solución de algunos problemas estructurales internos de sus economías a la extracción de recursos naturales.

En el caso Boliviano, la vinculación del sistema nacional de pensiones a la renta gasífera, no solamente la amarra al frente externo, sino que internamente ha entrado en un círculo vicioso, ya que el bono dignidad; el subsidio masivo a la juventud en edad de estudiar, el bono Juancito Pinto, y el programa nacional de apoyo a las madres con hijos de hasta dos años y a las mujeres gestantes, se basan en pedazos de la renta de gas. Sobre eso está construyendo la legitimidad de su proyecto político, y entonces es cada vez más extractivista.

En Ecuador no se ha llegado a ese extremo, pero tiene los mismos problemas de fondo. Es como si en el Perú, Foncodes, el Programa Juntos y el Pronaa, pasen a ser una función de la renta minera. Mañana se cae el precio de las materias primas y se desarma el sistema de pensiones y toda la lucha antipobreza. Esto hace que todo el frente interno se vuelva muy precario, volátil y dependiente de factores que no controlas y que pueden hacer crisis en algún momento.

-¿Y en lo que respecta al impacto ambiental y las resistencias sociales?
-En efecto, comienzan a surgir factores distintos del puramente económico. Fronteras ambientales y fronteras sociales. En Ecuador es muy claro. La propuesta de dar paso a la gran minería apostando a tener una segunda gran fuente además de la petrolera ha generado una ruptura del bloque social que respaldaba el proyecto político del presidente Correa. Todo el sector ambientalista y el sector indígena ha dicho que eso no va y actualmente la movilización es por el agua, que parte del mismo concepto.

Asimismo, la decisión de paralizar Yasuni, es decir de no llegar hasta las últimas consecuencias en la idea de crear un fondo para dejar el petróleo bajo tierra, ha hecho que mucha gente acuse al presidente Correa de querer entregar el Yasuni a Petrobras, que fue el negocio que interrumpió Alberto Acosta, cuando fue ministro del sector Hidrocarburos.

Vincular el proyecto político a la industria extractiva no solo es una apuesta económica riesgosaJustificar a ambos lados, sino que obliga a extraer más petróleo, a buscar más gas, más minerales y, como sabemos, los territorios donde están estos recursos se ubican en territorios indígenas o áreas protegidas, o simplemente espacios habitados por gente que tiene otro proyecto de vida como ser agricultor, ganadero, artesano, proveedor de servicios turísticos, microempresarios o crecer con sus nietos, sus pollos y sus gallinas en la vieja casa familiar, lo cual es legítimo.

Por eso, junto a la precariedad propiamente económica, este modelo está enfrentando resistencias sociales que son o conservacionistas o indígenas o de poblaciones que se resisten a que su modo de vida sea arrasado, que no le interesa si el gobierno es o no nacionalista redistributivo. Por ejemplo, la gente de Islay en Arequipa, no pide que se estatice la Southern, ni pregunta cuánta regalía paga, ni si debiera haber un impuesto a la sobreganancia. La gente de Islay dice “somos agricultores y queremos seguir siéndolo”, quiero proteger mi agua y no pasa la minería aquÑ

-¿Se están replanteando los términos del debate?
-SÑ Más allá de si eres nacionalista redistributivo o privatista, lo que está surgiendo en la agenda es si debes o no debes ser extractivista, en cualquiera de sus variantes. El debate ahora es si nuestros países deben seguir apostando por la minería, el gas o petróleo como la locomotora de la economía.

-Entonces la pregunta central es, ¿cómo construir políticas pos extractivista?
-El gran reto que tenemos es hacer transiciones hacia escenarios pos extractivistas, porque no sería responsable, por ejemplo en Ecuador, decir: cerramos mañana todos los pozos petroleros, cuando se acaba de aprobar una constitución socialista que le asegura a toda la población el acceso a Educación de calidad, salud de calidad, vivienda digna, etc. y eso obliga al Estado a triplicar el gasto publico.

Por eso se ha empezado a discutir en Ecuador de manera interesante una lógica de “políticas transicionales hacia”, como no dar paso a la minería, y en el caso del petróleo no abrir nuevos pozos, sino que lo existente continúa y la renta que genera se usa para construir un Ecuador pos petróleo que en 40 años tenga otras fuentes de energía y de renta.

Y para ello hay que mirar ciencia y tecnología, agricultura, pesca, agroindustria, turismo, micro y pequeña empresa, reconstruir una economía sobre la base del mercado interno, formalizar, aumentar la base tributaria, pues reemplazar la renta del petróleo no es fácil, es un colosal monto que viene de un solo sector.

-¿Y en el Perú?
-Hay que hacer dos cosas al mismo tiempo: dejar de ser neoliberales y dejar de ser extractivistas. Porque hay una trampa que Eduardo Gudynas llama neo extractivismo, que es la trampa en la que puede estar cayendo Bolivia, al pasar a depender de tal manera de la renta gasífera que después será muy difícil volver atrás.

Lo interesante en el Perú es que se vienen procesos electorales regionales y habría que encarar este reto con los actores políticos regionales, preguntar a quienes reclaman un cambio en las regiones cómo seria un Cajamarca pos extractivista y de que viviría un Piura pos petrolero, cómo sería un Cusco pos gasífero, y no digo una apuesta de un año, no vas a cerrar Camisea mañana, sino qué vamos a hacer con la renta de Camisea para que en el futuro Cusco pueda vivir de su agricultura, porque lo que tienes ahora es renta del gas y miseria campesina.

-¿Qué políticas concretas propone?
-En el Perú ha habido un frenesí de concesiones petroleras para exploración en la Amazonía, eso explica la mitad de los conflictos amazónicos. Es que el Ministerio de energía y Minas tiene una proyección creciente de la demanda energética hacia el 2016 y para poder abastecerla tenemos que producir tres veces más petróleo.

Esto se cuestiona desde dos frentes. Por un lado, si uno mira el volumen de gas que se quiere exportar a México, se da cuenta que esa generación de energía equivale a lo que producirá el petróleo de la Amazonía. Entonces, si dejamos de exportar gas no tendríamos que buscar tanto petróleo.

De otro lado, si miramos la composición de demanda de energía que el ministerio proyecta, resulta que al 2016 entre el 25 y 30% de esa demanda se refiere a 11 nuevos proyectos mineros y a la ampliación de algunos de los proyectos mineros que están en curso, muchos de los cuales no tienen viabilidad ambiental ni eficiencia social.

Entonces si no se exporta el gas e internamente promovemos un programa agresivo de reconversión de la matriz de consumo para sacarla del petróleo y pasarla al gas, no tendríamos que perforar esas 81 concesiones que ahora hay e incluso darnos el lujo de decir “Amazonía libre de Petróleo”, pues con lo que importamos y con lo que se extrae del zócalo y la plataforma continental es mas que suficiente para atender un crecimiento de la demanda de energía, siempre y cuando se frene el ritmo de la inversión minera.

Sí es posible formular políticas públicas alternativas que no profundicen el modelo extractivista y que más bien construyan la base de una estrategia de crecimiento y de desarrollo menos dependiente de la exploración y explotación de los recursos naturales.

Carlos Bedoya
Redacción