Mientras
que el oficio de agricultor transita a menudo por penosos e incómodos
caminos, no dejan de emerger proyectos que confieren al cultivo de la
tierra nuevos valores. Así, aun cuando la experiencia ya ha sido
ensayada en otras localidades, también ha llegado a Zaragoza la
iniciativa de los huertos de alquiler. Se trata de pequeñas parcelas de
cincuenta metros cuadrados en las que cualquiera, por veinte euros al
mes y sea por ocio, por vocación ecológica, o por cualquier otra razón,
puede iniciarse en las prácticas hortelanas contando, por otra parte,
con un importante apoyo logístico que incluye un moderno sistema de
riego por goteo, asesoramiento y préstamo de aperos y otras
herramientas. También la implicación personal puede ser muy variable,
desde la máxima dedicación hasta la mera contemplación, a través de
Internet, de cómo prosperan las plantaciones, a cargo de otros
horticultores contratados para ello. La observación de cómo maduran
nuestros tomatitos o esas verduritas que nuestras propias manos han
sembrado, supone, sin duda, una sugerente motivación en sí misma, además
de ser una constructiva fuente de entretenimiento. Sin embargo, tal vez
sea aún más positiva la vertiente ecológica, pues estos pequeños
huertos se desarrollan totalmente al margen de los usos propios de las
explotaciones extensivas. De hecho y aun cuando estos huertos no
constituyen hoy sino una cuota atomizada absolutamente inapreciable de
la producción agrícola global, también implican un cambio de mentalidad
que podría promover una alternativa viable para neutralizar algunas de
las absurdas y arbitrarias fórmulas de comercialización impuestas por
las leyes de mercado, tan apreciadas por la economía neoliberal.
FUENTE: CARMEN Bandrés, Escritora 02/03/2012. El Periódico de Aragón