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26 de agosto de 2010

Cuando la ignorancia se mezcla con la cultura

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Persistir hasta alcanzar el éxito, éste parece ser el lema de Pablo Leytón, tipo persistente y admirable que después de cinco años de ardua labor logró algo que parecía imposible, erradicar una de las expresiones más nocivas del Gran Poder: el empleo de plumas y partes animales en la confección de los trajes. Y es que en la Fiesta Mayor de Los Andes no todo es positivo. Como en el resto de las entradas, existen fraternidades que gustan confundir cultura con barbarie, tradición con ostentación, manifestaciones colectivas con pretensiones individuales de reconocimiento.

La lucha de Pablo Leytón empezó cinco años atrás. En la entrada de 2005, bailarines de la fraternidad Tobas Villarroelistas lucieron trajes asombrosos, con mucho colorido.

Plumas hermosas de color rojizo sincronizadas en perfecta armonía con el lenguaje del viento adornaban elegantemente sus faldones. Por otra parte, grandes picos negros eran el principal ornamento de sus máscaras. Para crear este portento, fue necesario el sacrifico de al menos 250 flamencos, ave considerada vulnerable según la clasificación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), como posteriormente comprobaron activistas de los derechos animales y periodistas.Si bien la costumbre de emplear plumas y pieles de animales silvestres, varios de ellos en peligro de extinción, estaba y continúa extendida en diferentes celebraciones folclóricas, fue a partir de este hecho que Pablo Leytón decidió asumir la defensa de los animales.

“Todo empieza con la denuncia pública y posterior proceso en contra de la matanza de los 250 flamencos masacrados el 2005. Se presentó una querella el 2006 contra los Tobas Pirawatas del Pilcomayo y los Tobas Villarroelistas, que utilizan flamencos, cóndores y tigrecillos andinos en sus vestimentas, y la Diablada Eucaliptos, que emplea cóndores para sus figuras. No eran las únicas, pero había que focalizarse en las más representativas”.

En los siguientes años, estas nocivas costumbres persistieron: “El caso de la Diablada Eucaliptos del Gran Poder es lo más patético dentro de lo que se podría llamar esta irracionalidad criminal, porque el 2006, pese a que ya se había hecho una denuncia pública anunciando sanciones a todos aquellos que utilicen animales silvestres en su vestimenta, más aún de aquellos en peligro de extinción, esta fraternidad, en una asamblea a la que fuimos invitados, expresó que iban a volver a utilizar animales, argumentando irónicamente que se los desinfectaba”.

En la entrada de aquel año, esta fraternidad fue premiada. A pesar de los varios inconvenientes que el Proyecto lamencos tuvo que enfrentar durante el proceso –“hemos tropezado con murallas de encubrimiento interno y externo. Funcionarios que no realizaron ninguna investigación a pesar de las denuncias; fiscales que inclusive perdieron el cuaderno de denuncia donde se encontraba la querella presentada por un Viceministro y mi persona”– Pablo Leytón y sus asesores legales, Rafael Tórrez y Jenny Velarde, consiguieron intervenir en toda la cadena de tráfico y uso de animales. Los primeros imputados fueron la presidenta de la fraternidad Tobas Villarroelistas de la gestión 2005, Isabel Sotes Araos; el ex presidente de la asociación del Gran Poder, Marcelo Pabón.

También se sindicó a tres bordadores y finalmente a las “chifleras”, proveedoras de fauna silvestre. Adicionalmente, el Proyecto abrió procesos en contra de varios funcionarios públicos, bajo la figura de encubrimiento. Concretamente, en contra del viceministro de Medio Ambiente Juan Pablo Ramos, el subdirector Omar Rocha, Pablo Groux, ex oficial mayor de culturas y el actual oficial, Walter Gómez.

Para Leytón, estos funcionarios son los principales implicados en la persistencia de estas prácticas criminales, al omitir e incumplir las funciones que les fueron designadas de preservar el patrimonio natural del país. Gracias a todos estos emprendimientos, hace varios meses que ya no se comercializan partes de animales silvestres en La Paz. “Todo un éxito, porque se ha roto décadas de impunidad de comercialización de fauna silvestre”. Admirable labor la de Pablo Leytón y la de sus asesores legales, sobre todo si se considera que este trabajo viene siendo articulado sin el apoyo de ninguna institución privada o pública de defensa del medio ambiente.