
En el fondo, no sería otra cosa que una nueva aplicación de la táctica ya empleada por el régimen evista en Cochabamba (enero de 2007), Sucre (La Calancha, noviembre de 2007), Pando (septiembre de 2008) y Santa Cruz (cerco “campesino”, septiembre de 2008). Táctica que le permite al poder central camuflar el ejercicio de la violencia como si se tratase de espontáneas movilizaciones de los movimientos sociales. Con la única diferencia que ahora la gran mayoría de esos movimientos se encuentran en la vereda de enfrente, quedando como únicos alineados residuales en la alianza oficialista los sectores cocaleros del Chapare y sus tentáculos de la CSUTCB y la Federación “Bartolina Sisa”.
Del denominado “bloque de poder hegemónico” -según la terminología vicepresidencial- articulado en torno al núcleo duro cocalero en los últimos años sólo quedan escombros, ya que la red de alianzas nacionales tejidas por el evismo se ha ido desgajando con la salida de la COB, CIDOB, Conamaq, transportistas, gremialistas, cooperativistas mineros y maestros.
En resumen, el instrumento político se ha replegado a su base de sustentación original, volviendo a ser un proyecto político regional enfocado en la defensa de los cultivos de coca-para-cocaína. Mientras tanto, las protestas sociales se nacionalizan, como pudo comprobar Evo en Yacuiba. El Conamaq ya anuncia su solidaridad con las movilizaciones obreras y la nueva dicotomía nacional parece ser mineros contra cocaleros…