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30 de julio de 2022

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DESPATRIARCALIZACIÓN: TAQUI ACLLAS (Mujeres Sagradas de la Música Inca)

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Por: Gheradine Michel y Boris Bernal Mansilla

En Bolivia la violencia machista se da en diferentes ámbitos y espacios, y no quedan exentos los ligados a la cultura y el arte, en este caso particular nos referimos a la música autóctona.

Desde hace más de 40 años atrás la participación de las mujeres en grupos de música autóctona sobre todo en el área urbana va tomando fuerza, los Sikus, Tarkas, quenas, pinquillos, wankaras y bombos son apropiados por las warmis (mujeres) como forma de rebeldía y libración de la cultura patriarcal. Este hecho genero en sectores conservadores, machistas de músicos y defensores de lo “aymara” un descontento y cierre filas, surgiendo advertencias de que las mujeres deben abandonar el cometido de tocar instrumentos ancestrales, dándole un tinte hasta “sagrado”.

Argumentos como: 

“Las mujeres no tienen que soplar el Siku, porque cuando tienen hijos, la leche comienza a salir por sí sola de los pechos, poniéndonos en una situación por lo más vergonzosa y molesta”

“Si las mujeres tocan sikuri la comunidad va tener mala producción agrícola”

“Nuestras chullpas nos has dicho que no pueden tocar Sikuri las mujeres, y eso es sagrado”

Esos son algunos de los relatos que pudimos recoger en espacios tanto rurales como urbanos. 

Para dar respuesta a estos argumentos machistas, citaremos dos experiencias:

La primera realizada por la periodista puneña Grecia Rivas Barra, sobre la lactancia y tocar instrumentos de viento, quien señala: 

¿Puede ser posible que por solo tocar un instrumento de viento la lactancia puede verse afectada de este modo en años posteriores?

La ciencia dice que la leche materna puede llegar a desbordarse del seno durante las primeras semanas del nacimiento del bebé debido al reflejo de eyección que se está ajustando a esta nueva sensación para la madre. Y más adelante si esto continúa es porque la mujer produce más lácteo de lo común, pero estos incidentes son algo normal y de causas muy ajenas a las virtudes musicales de cada quien.

Entonces, ¿de dónde surge esta creencia tan absurda y carente de sentido?

Muy probablemente, esta superstición tiene sus orígenes en la divinidad de la música del sikuri, el cual representa la dualidad del mundo andino en la comparsa de los sikus arca e ira (hembra y macho), así como la comunicación que el hombre andino es capaz de mantener con sus espíritus y deidades, como la tierra que obsequia sus frutos para nutrir a los seres vivos.

¿Es acaso que, por tales fines de acercamiento a los dioses, que la mujer es relevada al rol de bailarina y se le niega el regalo de la música y se le asusta ancestralmente con estos cuentos de abuelas?

Pues hasta la fecha, no he conocido el caso de ninguna mujer a la que la leche se le haya desbordado solo por soplar una zampoña.


Sobre el daño a la producción agrícola tenemos nuestra propia experiencia y constatación:

En el año 2017 un grupo de mujeres interpretes de música autóctona andina (Jaylli Uma) lograron coordinar su participación el Tercer Encuentro de Sikuris de Taypi Ayca – Italaque, siendo este hecho de valor significante ya que era la primera vez que mujeres volvían a tocar en un territorio ancestral indígena originario campesino.

A inversa de los relatos de nos decían “que si las mujeres tocaban Sikuri la producción en la comunidad se iba a dañar”, luego de la participación de estas warmis en la comunidad de Taypi Ayca - Italaque su producción fue abundante y no solo en lo agrícola.

Y remarcamos esta frase, fue una experiencia donde MUJERES VOLVÍAN A TOCAR EN UN TERRITORIO ANCESTRAL indígena originario campesino. Pues es así, en épocas prehispánicas, sobre todo en el incario, las mujeres tenían un rol importante en la música y el poder.

La historiadora Maria Rostworowski dedica varios de sus textos al rol de las mujeres en la época prehispánica mencionando a las TAQUI ACLLAS (Mujeres Sagradas de la Música Inca), en el libro “Mujer y Poder en los Andes Coloniales”  citando a John Murrua, relata:

“Las Taqui Acllas, escogidas por sus aptitudes de cantoras; ellas tañían tambores y pincullo (flauta andina), alegrando las fiestas de la corte” (2015, Pag. 45)

En esa misma línea Felipe Guaman Poma de Ayala en su libro “Nueva Crónica y buen Gobierno”, describe:

“Las fiesta de los Collasuyos (…) cantan y danzan, comienzan tocan el tambor y cantan las señoras y doncellas (…) 

La fiesta de los Chichasuyos se llama Auco; cantan las doncellas y mozas, dicen así tañendo su tambor (…)”

Queda evidenciado que en épocas prehispánicas las mujeres tenían un rol importante en los ámbitos de la política, economía y de la religión por ende en la música.


Es a la llegada de los españoles y la imposición de una nueva cultura con sus leyes, que la mujer es relegada de los espacios públicos de poder y criminalizada por su condición de genero por la inquisición.

Para ello la legislación hispana a través de las Leyes de los Reinos de las Indias establecen toda una serie de normas en desmedro de las mujeres, como asevera Irene Silverblatt en su libro “Luna, sol y brujas: Genero y clases sociales en los Andes prehispánicos y coloniales”:

“Califican jurídicamente a la mujer como menor de edad. Esto significaba que todo acto que intervenga una mujer debía contra con la autorización previa de un varón que actuase como tutor. Dándoles a las mujeres un rol de inferioridad y subordinación”

Los Concilios Limenses, dan los parámetros del servicio de mujeres en la vida cotidiana y de la honestidad con la que deben vestir y comportase. (Acta III cap. 18-19)

Son las políticas de extirpación de idolatrías que dan la estocada final contra las mujeres en la época colonial:

 “La mujer según la definición renacentista europea ocupaba un lugar central en la filosofía demonológica de la iglesia” (Silverblatt, 119)

La mujer era considerada en la edad media: pecadora, bruja y sirviente del demonio por naturaleza, como aseveraban los monjes dominicos alemanes, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger en su libro “El Martillo de las Brujas” publicado en 1487:

“…todas estas cosas de brujería provienen de la pasión carnal, que es insaciable en estas mujeres… de aquí que, para satisfacer sus pasiones, se entreguen a los demonios. Podría decirse más cosas, pero a quien es inteligente, parece bastante para entender que no hay nada de sorprendente que entre las mujeres haya mas brujas que entre los hombres…bendito sea el altísimo que hasta el presente preserva el sexo masculino de un ataque semejante.” (Silverblatt, 119)

Con estos postulados es que llegan los españoles al nuevo mundo donde las indias adoraban a sus Huacas con música y rituales. Para los europeos la religión indígena era un culto al diablo y las mujeres que se dedicaban a la herbolaria o la música eran unas brujas o sirenas que encantaban y hechizaban a los hombres.


Al parecer el discurso de sacralidad que sostienen algunos sectores conservadores y machistas de interpretes de música autóctona y defesores de lo ancestral aymara tiene raíz en la inquisición católica.

Pero démosle el benéfico de la duda que es sagrado y daña la armonía del cosmos que las mujeres toquen instrumentos nativos. Y revisemos la situación actual y los resultados de esta lógica patriarcal en la música autóctona.

1. Hasta ahora solo los hombres interpretaban música autóctona, ¿y que paso con la naturaleza?, ¿acaso no estamos atravesando una crisis climática y alimentaria?

2. La idealización y romanticismo del supuesto chacha-warmi ancestral al parecer se cae en la practica, al evidenciar en las comunidades aymaras y grupos de sikuris urbanos que embanderan posturas machistas patriarcales y sobre todo violentas, relegando a las mujeres solo a trabajos domésticos.

3. Hasta ahora solo los hombres interpretaban música autóctona y al parecer las borracheras son parte de sus usos y costumbres, la cual trae consecuencia en violencia y feminicidios. 

Al parecer no podremos descolonizar sin despatriarcalizar como dice María Galindo de Mujeres Creando.