El Financiero.- Después de 19 años de su ‘guerra’, declarada el 1 de enero de 1994 contra el gobierno federal, los indígenas chiapanecos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) realizaron manifestaciones silenciosas el viernes 21 de diciembre de 2012 en Ocosingo, Altamirano, San Cristóbal y Las Margaritas para demostrar la vigencia de su lucha.
Diez días más tarde, el lunes 31, el
autodenominado ‘subcomandante’ -subcomediante, según los malosos-, líder
de la insurrección indígena, reapareció también para enviar tres
comunicados dirigidos a la clase política y a la clase gobernante, que
pueden resumirse en dos palabras: ‘Seguimos aquí’. En sus escritos, el
fantasmal Rafael Sebastián Guillén Vicente, mejor conocido por su
seudónimo de ‘Marcos’, criticó a los partidos políticos; a los gobiernos
federales, estatales y municipales; a los poderes ejecutivos,
legislativos y judiciales de los estados y de la Federación, y a los
medios de comunicación.
En uno de los comunicados, Marcos emplazó al nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto:
“Queda entonces decidir si reincide en
la política contrainsurgente que sólo ha conseguido una endeble
simulación torpemente sustentada en el manejo mediático, o reconoce y
cumple sus compromisos elevando a rango constitucional los derechos y la
cultura indígenas, plasmados en los Acuerdos de San Andrés, firmados en
1996 por el gobierno de Ernesto Zedillo.”
Un párrafo, dirigido a los priistas de regreso en el poder federal, resume la posición del líder:
“Después del golpe de Estado mediático
que encumbró en el Poder Ejecutivo federal a la ignorancia mal
disimulada y peor maquillada, nos hicimos presentes para hacerles saber
que si ellos nunca se fueron, tampoco nosotros.”
¿Por qué importan los Acuerdos de San
Andrés? Porque el 16 de enero de 1996 el gobierno federal y el EZLN
firmaron en el municipio de San Andrés Larráinzar, Chiapas, un documento
que en una de sus partes contiene un Pronunciamiento Conjunto que
incluye el compromiso del gobierno federal con los pueblos indígenas
para que la Constitución garantice su autonomía:
“El Estado debe promover el
reconocimiento, como garantía constitucional, del derecho a la libre
determinación de los pueblos indígenas que conservan sus propias
instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de
ellas. El derecho a la libre determinación se ejercerá en un marco
constitucional de autonomía asegurando la unidad nacional. Podrán
decidir su forma de gobierno interna y sus maneras de organizarse
política, social, económica y culturalmente. El marco constitucional de
autonomía permitirá alcanzar la efectividad de los derechos sociales,
económicos, culturales y políticos con respeto a su identidad.”
¿Autonomía de los pueblos indígenas, sí o
no? He ahí el dilema que los Acuerdos de San Andrés resolvían con el sí
pero que el gobierno de Ernesto Zedillo resolvió con el no, a pesar de
que el documento fue firmado por su representante, el comisionado para
la Paz en Chiapas, Marco Antonio Bernal. Después, Fox y Calderón también
congelaron los Acuerdos.
Ahora, el turno es del actual presidente
de la República, presionado por el EZLN que reapareció en el escenario
para exigir al gobierno federal que honre la firma que selló los
compromisos asumidos. La pelota está en la cancha de Enrique Peña Nieto:
autonomía indígena, sí o no.
Por lo pronto, el secretario de
Gobernación, Miguel Osorio Chong, dijo ayer al respecto: Las comunidades
y los pueblos indígenas son uno de los temas más importantes de nuestra
agenda pública, ya que muestran en su diversidad ese México profundo
que exige soluciones, que requiere de respuestas inmediatas. En este
sentido, generaremos mecanismos para atender, entre otros temas
relevantes, la deuda histórica con los pueblos indígenas. Los pueblos y
las comunidades indígenas son diversos y dan cuenta de la riqueza de una
nación pluricultural. Por ello, todas las voces y alternativas de
solución deben ser analizadas y atendidas.
Hay que saldar la deuda social con regiones y comunidades, mediante una
política permanente de diálogo. Para ser eficaces, trabajaremos con una
visión de conjunto que dé respuestas puntuales a demandas como la de los
pueblos indígenas. Una de las tareas centrales del gobierno de la
República es la de generar políticas públicas que construyan
fundamentalmente equidad. Hay que lograr que los pueblos indígenas
ejerzan, en la práctica, los mismos derechos y oportunidades que el
resto de los mexicanos.
¡A ver si es cierto!, exclaman los indígenas.
Agenda previa
La agenda de reformas que presentaron
los honorables integrantes del Consejo Rector del Pacto por México -con
cronograma y toda la cosa- es una interesante carta de intención (de
buena intención), un apreciable ejercicio de propósitos de año nuevo,
pero no deja de ser, simple y sencillamente, un documento lleno de
palabras… palabras… palabras, apuntan los observadores políticos
escépticos.
No hay que echar las campanas al vuelo,
advierten, porque los mexicanos estamos acostumbrados a sufrir
reiterados desengaños y decepciones por parte de la ‘clase política’ que
no se ha cansado de vernos la cara de perplejos. Nuestra historia está
llena de planes, pactos, acuerdos, alianzas, compromisos y negociaciones
que han servido para puras vergüenzas. Lo prudente y sensato será
analizar con lupa cada uno de los compromisos de los firmantes del
Pacto, y comparar en su oportunidad -de acuerdo con las fechas que el
propio documento establece- si lo dicho se cumple con lo hecho. En
ocasiones como esta hay que repetir en voz alta el sabio refrán
campirano: “El que se quema con leche, hasta al jocoque le sopla”.
Lo que sí resultó de risa loca fue la
Carta Abierta que los pactistas enviaron a los ‘apreciables maestros’,
con el propósito de “compartirles información relevante acerca de las
reformas que se están haciendo al Artículo Tercero Constitucional”.
¿Compartirles información? ¿No sería
mejor para el debido proceso de la Reforma Educativa y más respetuoso de
la condición profesional de los ‘apreciables maestros’, que algunos de
los pactistas se reunieran con ellos y con sus dirigentes y dialogaran
acerca del asunto? ¡No le saquen!
‘Pues no le metan’, reclama un observador bisoño, nervioso y temeroso.