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23 de noviembre de 2014

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Colonización castrense

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El cuartel y el servicio militar tenían el rol de educar a los indios, de occidentalizarlos


Por:  Boris Bernal Mansilla

Fuente: La Razón -  Opinión (Edición Impresa)  18 de junio de 2014

Muchas de las instituciones del viejo Estado republicano dejaron un sello indeleble en aquellos bolivianos que fueron víctimas de la extirpación de su esencia indígena, amerindia. Una de esas instituciones era el cuartel y el servicio militar. El cuartel tenía el rol de educar a los indios, de occidentalizarlos. En aquel espacio se sobreentendía que la cultura occidental era superior.
La wiphala, la vestimenta, el idioma y todos los símbolos de la cultura amerindia eran mal vistos y hasta subversivos. Muchas veces fueron ridiculizados. No había ni el más mínimo intento de formar una institución intercultural. ¡No! La cultura que valía era la occidental. La otra era la inferior, la atrasada, la que se debía superar.
Por esa razón, los soldados aprendían modales de mesa y de comportamiento: cómo agarrar la cuchara y el tenedor, cómo amarrarse los cordeles de los zapatos, cómo “comportarse”, hablar en castellano, etc.
Muchos indígenas quedaron marcados con estas lecciones, y hoy desprecian el modo de vivir indígena. Los que fueron atrapados por este adoctrinamiento se quedan soñando cómo llegar a ser como un blanco, como uno de la ciudad, haciendo todo para adaptarse a los occidentales, presos de estos pensamientos. Pocos se atrevían a romper este sello, a cuestionar el cuartel y a cuestionar sus enseñanzas; y los que se atrevían solo lo hacían en silencio.
El rechazo a su origen y cultura muchas veces se manifestaba cuando los jóvenes no querían interpretar la música que desde niños escucharon, bailaron y cantaron, o vestir su vestimenta típica.
Por otra parte, la comunidad, inconscientemente y debido a ese reiterado y permanente mensaje que viene desde la Colonia, reforzaba este tipo de conducta, puesto que los reservistas volvían a la comunidad con corbata y los símbolos del cuartel, siendo recibidos con aplausos y fiesta.
A pesar de este gran recibimiento, en su interior quedaba esta inseguridad y miedo de ser inferior, de ser indígena. Situación que pasaba a ser una constante en Bolivia, puesto que la enseñanza mostraba que un indígena nunca podía ser como un blanco. Y aunque el soldado indígena rechazaba formalmente y expresamente a su cultura y además se proponía ser igual, la discriminación le enseñaba lo contrario. De hecho, esta inseguridad y ese sentimiento de inferioridad acompañaban al indígena hasta la muerte.