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15 de mayo de 2015

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Andenes de Italaque

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Por: Boris Bernal Mansilla


Fuente: La Razón (Edición Impresa) 02 de mayo de 2015
 

El cantón Italaque se encuentra en el municipio paceño de Mocomoco. En todo el paraje que circunda este territorio se observa altos e inmensos cerros verdosos llenos de andenes agrícolas de cultivo. Se trata de terrazas agrícolas artificiales que sirven para obtener tierra útil para la siembra en las laderas andinas. 


La estructura de los andenes está constituida por un muro de piedra que encajona una superficie de capas, sostenida en la base con piedras grandes, cubiertas por otras más pequeñas que sirven de detraje; en la parte superior existe una capa de gravilla y arena a manera de filtro. Todas estas capas son recubiertas por la tierra de cultivo. Los diversos niveles están comunicados por canales que transportan agua para el regadío desde el primer andén hasta el último. El trabajo de siembra se realiza con: chaki-taclla o taclla, típico “arado” de pie indígena, que es una herramienta para remover la tierra y abrir huecos donde se siembran las semillas.

Muchos autores mencionan que esta tecnología fue desarrollada por la cultura kallawaya, de la cual Italaque fue parte en tiempos prehispánicos. Este método fue utilizado en el periódico incaico para aumentar las áreas de cultivo, frenar la erosión, retener el riego y crear condiciones aptas de humedad; así como también para la construcción de centros ceremoniales como en Machu Picchu.

Con la llegada de los españoles, el uso de los andenes se mantuvo por su alta productividad. Algunos estudios estiman que 6.500 km2 de suelo boliviano han sido adaptados con andenes agrícolas.

En la región de Italaque existen dos tipos de andenes: los que funcionan con la lluvia y los de regadío. Los primeros reciben el agua de las precipitaciones pluviales y solo dan frutos en épocas determinadas; los segundos están instalados generalmente en lugares cerca de ríos y con mayor acceso.

La papa y el maíz eran los principales cultivos en los andenes, las culturas kallawaya e italaqueña utilizaban esta técnica para producir también plantas medicinales, como la chillk’a y la muña que, por su fuerte olor, alejan las especies de insectos dañinos. Además, protegen las ramas de los vientos, retienen la capa productiva de la tierra, el agua, atraen pájaros que abonan la tierra y armonizan el paisaje de la zona.

Ahora bien, científicos, sabios indígenas, instituciones y activistas plantean la recuperación de los andenes como sabiduría agrícola milenaria, por ser un método económicamente rentable, ecológicamente estable y agronómicamente viable; virtudes que contribuyen a mitigar las consecuencias del calentamiento global, constituyéndose además en una excelente alternativa para la consolidación de nuestra soberanía alimentaria.