
Juan Carlos Urenda
¿Para qué sirven las autonomías departamentales actuales? La respuesta la dio Celestino Condori, presidente del Comité Cívico de Potosí cuando, luego de pedirle la renuncia al Gobernador electo de Potosí porque no había hecho nada por solucionar los álgidos problemas de ese departamento, exclamó: “Nos hemos sacrificado verdaderamente y, la verdad, indigna que parezca, es que no tenemos gobernador” (El Deber 4.8.10.)
Potosí es un caso inmejorable para analizar las autonomías en Bolivia. Recuerdo que un poco antes del referéndum nacional por las autonomías de julio de 2006, di una charla sobre el proceso autonómico en el Comité Cívico Potosinista en la que les mencioné que no valía la pena que Potosí insistiera en un modelo de Estado centralizado que lo único que le había traído era miseria y pobreza a lo largo del período republicano, y que la autonomía bien entendida los beneficiaría en hacer una administración de sus recursos naturales más beneficiosa para la población. Al terminar, sentí un silencio sepulcral en el auditorio como muestra de un escepticismo congénito. Y así fue que Potosí en aquel referéndum sacó el porcentaje más alto de la República en rechazo al proceso autonómico, seguido de Oruro.
Luego se produce el engaño. El MAS con aliados de la derecha aprueban una Constitución centralista con autonomías generando una falsa ilusión en la población, y Potosí, como todos los departamentos donde había ganado el NO por las autonomías, vota favorablemente por la autonomía prescrita en la Constitución en el referéndum autonómico del 6 de diciembre del 2009, sin saber que esa autonomía no le serviría para transformar su realidad.
Y es que hay que ponerse en los zapatos del Gobernador de Potosí. No tiene competencia de policía así que ni siquiera se puede hacer cuidar él, menos poner orden en la población. No tiene competencia sobre minería, así que nada puede hacer sobre el problema del Cerro Rico, y no puede, de la misma manera, tratar directamente el tema de los límites del cerro de Coloma, así como tampoco tiene facultades sobre inversiones, por lo que nada puede hacer sobre la demanda de la fábrica de cemento, y finalmente, no tiene recursos. ¿qué va hacer el pobre gobernador sin competencias?.
Entonces los potosinos, advertidos del engaño de las autonomías y cuando todo lo que escuchan de los dirigentes de los departamentos “autonomistas”, cruceños, benianos y tarijeños es que “¡en España el proceso duró 50 años así que está bien nomas!”, saltan desesperados al modelo federal.
Es que también la señal de Santa Cruz, baluarte de la autonomía departamental, fue tremenda: ¡su gobierno departamental encontró que tenía competencia autonómica para no izar su propia bandera!!, y todavía a cambio de la wiphala que, a decir de Adolfo Chávez, presidente de la CIDOB “…los pueblos de las tierras bajas no se sienten representados con la whipala” (El Deber 4.8.10). No izar la una a cambio de la otra equivale a darle exactamente el mismo valor a ambas en territorio cruceño. Esas fueron las circunstancias y el tamaño de la indignidad.
Sin embargo, Potosí debe saber que no es la autonomía la que no sirve, sino que es el diseño hipócrita de una Constitución groseramente centralista con el ropaje de autonomías el que ha fallado, aparejado de un gobierno central que ya no disimula su ímpetu centralista y que se aprovecha de una oposición departamental nula. Por ello, sería bueno que, ante la complacencia miope y sorprendente pasividad de las regiones de la media luna (con escasas excepciones como los comités cívicos y algunos parlamentarios) que deberían estar luchando por reconducir el proceso autonómico, ojalá sea Potosí el que lidere el proceso hacia una mayor autonomía y, para ello, naturalmente, se requiere modificar las competencias de la Constitución.
¿Para qué sirven las autonomías departamentales actuales? La respuesta la dio Celestino Condori, presidente del Comité Cívico de Potosí cuando, luego de pedirle la renuncia al Gobernador electo de Potosí porque no había hecho nada por solucionar los álgidos problemas de ese departamento, exclamó: “Nos hemos sacrificado verdaderamente y, la verdad, indigna que parezca, es que no tenemos gobernador” (El Deber 4.8.10.)
Potosí es un caso inmejorable para analizar las autonomías en Bolivia. Recuerdo que un poco antes del referéndum nacional por las autonomías de julio de 2006, di una charla sobre el proceso autonómico en el Comité Cívico Potosinista en la que les mencioné que no valía la pena que Potosí insistiera en un modelo de Estado centralizado que lo único que le había traído era miseria y pobreza a lo largo del período republicano, y que la autonomía bien entendida los beneficiaría en hacer una administración de sus recursos naturales más beneficiosa para la población. Al terminar, sentí un silencio sepulcral en el auditorio como muestra de un escepticismo congénito. Y así fue que Potosí en aquel referéndum sacó el porcentaje más alto de la República en rechazo al proceso autonómico, seguido de Oruro.
Luego se produce el engaño. El MAS con aliados de la derecha aprueban una Constitución centralista con autonomías generando una falsa ilusión en la población, y Potosí, como todos los departamentos donde había ganado el NO por las autonomías, vota favorablemente por la autonomía prescrita en la Constitución en el referéndum autonómico del 6 de diciembre del 2009, sin saber que esa autonomía no le serviría para transformar su realidad.
Y es que hay que ponerse en los zapatos del Gobernador de Potosí. No tiene competencia de policía así que ni siquiera se puede hacer cuidar él, menos poner orden en la población. No tiene competencia sobre minería, así que nada puede hacer sobre el problema del Cerro Rico, y no puede, de la misma manera, tratar directamente el tema de los límites del cerro de Coloma, así como tampoco tiene facultades sobre inversiones, por lo que nada puede hacer sobre la demanda de la fábrica de cemento, y finalmente, no tiene recursos. ¿qué va hacer el pobre gobernador sin competencias?.
Entonces los potosinos, advertidos del engaño de las autonomías y cuando todo lo que escuchan de los dirigentes de los departamentos “autonomistas”, cruceños, benianos y tarijeños es que “¡en España el proceso duró 50 años así que está bien nomas!”, saltan desesperados al modelo federal.
Es que también la señal de Santa Cruz, baluarte de la autonomía departamental, fue tremenda: ¡su gobierno departamental encontró que tenía competencia autonómica para no izar su propia bandera!!, y todavía a cambio de la wiphala que, a decir de Adolfo Chávez, presidente de la CIDOB “…los pueblos de las tierras bajas no se sienten representados con la whipala” (El Deber 4.8.10). No izar la una a cambio de la otra equivale a darle exactamente el mismo valor a ambas en territorio cruceño. Esas fueron las circunstancias y el tamaño de la indignidad.
Sin embargo, Potosí debe saber que no es la autonomía la que no sirve, sino que es el diseño hipócrita de una Constitución groseramente centralista con el ropaje de autonomías el que ha fallado, aparejado de un gobierno central que ya no disimula su ímpetu centralista y que se aprovecha de una oposición departamental nula. Por ello, sería bueno que, ante la complacencia miope y sorprendente pasividad de las regiones de la media luna (con escasas excepciones como los comités cívicos y algunos parlamentarios) que deberían estar luchando por reconducir el proceso autonómico, ojalá sea Potosí el que lidere el proceso hacia una mayor autonomía y, para ello, naturalmente, se requiere modificar las competencias de la Constitución.